TEXTO
A nadie se le piden cuentas por el genocidio de los
animales, y menos aún en un país tan cruel con ellos como el nuestro, donde el
mal trato que se les inflige se corresponde
con un recelo despectivo hacia quien les muestre abierta simpatía. Enseguida le dicen a uno que es inmoral o ridículo
preocuparse por el bienestar de los animales
cuando hay tantos seres humanos que sufren, pero no creo que la falta de compasión hacia el sufrimiento de un animal sea
indicio de solidaridad con el de un ser humano.
Quién puede saber, además, cuál es la hondura del
dolor de los animales, cómo es su
angustia o su terror, su soledad, su desesperación. Un amigo veterinario me
explica que, para muchos perros, quedarse solos es una desgracia que llega a enloquecerlos. Se sabe que la carne de los terneros
y los cerdos hacinados brutalmente en los
camiones y empujados sin miramiento hacia la matanza contiene unas toxinas producidas por el pavor. Yo vi una vez
a un gorila solo en una jaula, casi en la
oscuridad, al fondo de un túnel de cemento, en el zoológico de Madrid, y creo que nunca he percibido con más fuerza la desolación
absoluta de alguien esclavizado y
encerrado, condenado a no salir nunca del confinamiento tras las rejas de una
celda: ese brillo de desolación, de
dignidad injuriada y herida que había en sus ojos, es posible verlo también en los ojos de los perros o de
los caballos, pero el estremecimiento
que provocaba era más inquietante, porque la distancia biológica también era mucho menor. Leo estos días que el
patrimonio genético de los gorilas es idéntico al de los humanos en un 95%: sea
cual sea, la diferencia es tan pequeña que da motivo para el desasosiego. De pronto, se da uno cuenta de que la
extensión del dolor en el mundo puede ser aún mayor de lo que imaginaba, y de
que al número de infamias que los nombres
infligen a sus semejantes hay que añadir las que se cometen contra los animales. Miro a los ojos al perro que tengo cerca
mientras escribo y me cuesta sostener su
mirada.
A. Muñoz Molina
En este
texto, bien podría resumirse el maltrato de animales como el eje fundamental
del mismo, acompañado de la participación de los hombres en producir y
colaborar para que este maltrato se transforme en dolor, sufrimiento,
esclavitud e indignidad de estos seres vivos.
Como
tema principal bien se podría enunciar que : “ A día de hoy es normal ver y mal
tratar animales impunemente”
Nos encontramos ante un texto de modalidad argumentativa, aunque el autor parte de determionados aspectos expositivos en los que fundamentará parte de la argumnentación (Leo estos días
que el patrimonio genético
de los gorilas es idéntico
al de los humanos en un 95%:) Hay sustantivos propios del tema: genocidio, malatrato animal, zooloógico, cerdos, perros... Oraciones muy extensas, como las 1ª del inicio del texto, por todo ellos podemos afirmar que nos encontramos ante un artículo de opinión, escrito por Antonio Muñoz Molina, articulista de periódocos de tirada nacional y escritor.
En
mi opinión el autor de forma subjetiva nos da a conocer una serie de opiniones
y vivencias personales sobre el mal trato, el dolor y sufrimiento infligidos a
los animales, sin establecer en modo alguno la solución o su viabilidad para
detener estas conductas, que en la mayoría de los casos proceden y las produce
el hombre. Se observa esa subjetividad en expresiones como
Yo vi una vez a un gorila..., creo que nunca he percibido con más fuerza... (línea 13 y 14).
Sobre
la cuestión del maltrato a los animales, siempre de forma subjetiva e interesada
habrá personas que lo justifiquen y otras que no. Para evitarlo, la única solución es la educación y la concienciación. Se debe hacer cumplir la normativa y las recomendaciones de asociaciones preocupadas por el medio ambiente con garantías. Bien es cierto que el autor es un poco exagerado en la presentación de los ejemplos y muy sensacionalista, recurriendo a los animales que más pueden impactarnos, porque animales son también la araña, el ratón o las serpientes y no sé por qué tengo la sensación de que no despiertan en nosotros la misma ternura.
En cualquier caso, el ser humano debe saber cuándo hablamos de un genocidio, por utilizar las palabras del autor, para avanzar (medicina, sanidad, salud, alimentación) y cuándo el genocidio es de forma gratuita para negocios
(peleterías, granjas masificadas, carnes engordadas con rapidez, pesca
fácil...) o por comodidad (deshacernos de ellos en las vacaciones.
NO obstante, podemos concluir, que casos de maltratos se dan continuamente, pero no por ello un país entero es cruel, ni todos los hombres lo hecen. creo que aún se puede decir que el hombre es el animal más inteligente.